<p>Rebelión o resignación. No hay más alternativa cuando se vive en un estado terminal, enganchado a Primera sólo por las matemáticas porque las sensaciones son de una caída infinita. Dos victorias en los últimos 24 partidos. Penúltimo con 12 puntos después de remontar dos veces al <strong>Alavés</strong> en un esfuerzo que pareció titánico y que sólo alcanzó para empatar. Se quiere agarrar el <strong>Valencia </strong>a Primera pero la cuerda va perdiendo cabos jornada a jornada. O se escala de manera inmediata o será imposible. [<a href=»https://www.elmundo.es/deportes/futbol/laliga-ea-sports/valencia-alaves/2024/12/22/01_0101_20241222_191_173-directo.html»>Narración y estadísticas</a>] </p>
El equipo de Baraja, al que la grada atacó, remontó dos veces los goles del conjunto vitoriano. La afición se manifestó contra la directiva tras el partido.
Rebelión o resignación. No hay más alternativa cuando se vive en un estado terminal, enganchado a Primera sólo por las matemáticas porque las sensaciones son de una caída infinita. Dos victorias en los últimos 24 partidos. Penúltimo con 12 puntos después de remontar dos veces al Alavés en un esfuerzo que pareció titánico y que sólo alcanzó para empatar. Se quiere agarrar el Valencia a Primera pero la cuerda va perdiendo cabos jornada a jornada. O se escala de manera inmediata o será imposible. [Narración y estadísticas]
El gol de Dani Gómez a la desesperada en el minuto siete del añadido sólo maquilló la desastrosa imagen del equipo de Rubén Baraja, a quien Mestalla le pidió que se fuera y deje tan solo la lona que parece en la fachada. Es la primera vez que Pipo escucha el ‘vete ya’, una losa que pesará en su ánimo. El técnico y su plantilla han vivido agarrados a la poder que ejercía Mestalla, amparándoles y rescatándolos de un destino que hace años que se vislumbra pero ahora se roza. Esa protección ha desaparecido porque cómo se salva a un equipo jibarizado y estrangulado al que Peter Lim está empujando de bruces a Segunda División. Sólo había que acertar la temporada en que pasaría y esta, a pesar de que quede la mitad en juego, huele a incienso y a funeral.
El valencianismo puede resignarse y convertir el estadio en un coro de plañideras, algo que no va en el carácter, o alzarse contra el tirano que ha desvencijado su escudo. Los gritos de Mestalla antes de que arrancara el duelo contra el Alavés demostraron la vía elegida. Por primera vez en años, clamó contra el palco como hace tres días cuando, simbólicamente, expulsaron al consejo de administración de la junta de accionistas que se convirtió en clandestina.
No hay perdón para Lim ni sus directivos, aunque tampoco lo hay ni para Baraja ni para los jugadores. La caldera se encendió no porque la activaran los blanquinegros sino porque en el minuto 6 Carlos Vicente, ese futbolista que vive la camiseta del Glorioso porque el Valencia no quiso pagar 600.000 euros al Ferrol, encontró la espalda del improvisado lateral Luis Rioja y puso cómodamente un centro que Kike García prolongó para que apareciera Carlos Martín y adelantara al Alavés en el marcador y hacer temblar al Valencia.
Ni una jugada en ataque, ni un pase de seguridad, ni un despeje a tiempo. El Valencia se descomponía sin remedio y Baraja, en un inesperado tiempo muerto por la lesión de Guridi, no logró enmendarlo. Ni un destello queda de aquel equipo punzante que asfixiaba rivales y corría hacia la portería rival. Hoy horizontal, plano, sin riesgo y sin pólvora. Del segundo gol le salvó Dimitrievski atajando un cómodo remate en el punto de penalti de de Stoichkov. Le había encontrado Carlos Martín tras romper, una vez más, a Foulquier. A Coudet le estaba saliendo el plan y veía posible sumar la primera victoria tras dos empates. A Baraja se le acaba el tiempo y sólo le ancla al banquillo un finiquito que Peter Lim no quiere pagar.
Quiso reaccionar el Valencia tras el descanso con dos destellos de Almeida y Hugo Duro, que buscando un remate chocó con Sivera y obligó al guardameta a retirarse. La entrada de Owono bajo palos acabaría siendo una ventaja porque el ecuatoguineano trabó a Diego López en el área y el VAR avisó a Alberola Rojas de un penalti que marcó Luis Rioja.
Se había esquivado una bala, la grada se enchufaba, pero el Valencia seguía sin dañar a los vitorianos y cometiendo errores. Fue otra vez Mosquera, derribando a Diarra y provocando un penalti, esta vez sin VAR, que Jordán mandó imperialmente a la escuadra cobrándose el regalo que le metía los tres puntos en el bolsillo en el minuto 85.
Cuando el Valencia deambulaba a la desesperada echando arrestos, llegó un centro de Diego López que cazó Dani Gómez para salvar un punto que no despejó la tormenta que se desató al final del partido contra la directiva en la Avenida de Suecia. No se escapa de ella el entrenador, que arrastra un porcentaje de derrotas del 43,38%, el mayor de la historia.
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